Por ahí escuché hace unos días que “es la intensidad que comporta saber que
tarde o temprano esto se acabará lo que me hace disfrutar. De una persona puedo
disfrutar como nadie si sé que cada instante cuenta porque se trata de algo que
es finito, que se acabará y esto es lo que permite el amor y es lo que permite
sobrevivir.” Y hace un rato me ha venido a la mente al darme cuenta una vez más
de lo que ya no tengo y lo que probablemente no disfruté todo lo que podía por no
tener presente que se iba a acabar, y que a veces echo de menos. No voy a
escribir una sola línea hablando de lo que deberíamos hacer, hoy voy a ser
egoísta, hoy voy a hablar de lo que debería hacer yo mismo y posiblemente hable
de muchos de vosotros a la vez.
Sin duda es la existencia de un final lo que debe dar sentido a todo lo que
me rodea, es duro, pero es lo que me debe hacer querer que esto no se acabe. Sé
que es paradójico pero amigo mío, qué no lo es. De la misma manera que a veces
el miedo al fracaso es lo que nos hace tener éxito, en el momento en que nos dé
igual fracasar, justo en ese instante, será cuando el éxito se irá para no
volver jamás. Ese es el momento en que dejamos de vivir para solo existir.
Pero a diferencia de otras épocas cuando el final se utilizaba como fin a
una vida de sacrificios y como justificación de la vida después de él, voy a
utilizar la existencia de tal final como motivo de disfrute de los placeres de
la vida antes de que venga, demostrando la capacidad de abrir los ojos de una
especie. Y de tirarse flores, también.
Obviamente hay diferentes finales, uno de ellos, en el que todos estamos
pensando, será el que no me dejará arrepentirme de lo que no he hecho, el más
feliz probablemente, en el que ya no pueda hacer nada y por ello no voy a
hablar más de él.
Pero hay pequeños finales del día a día, del mes a mes o del año al año, a los
que me propongo anticipar y disfrutar siendo consciente que algún día echaré de
menos a lo que éste le puso la contraportada, a lo que le encendió el cigarrito
de después, la llamada que ella ya no me contesta, al brazo en el hombro que él
me quitó, a lo que el aguafiestas pero necesario final le puso el punto y nada
más.
J.