viernes, 9 de diciembre de 2011

ESTO SE ACABARÁ, SEÑORES


Por ahí escuché hace unos días que “es la intensidad que comporta saber que tarde o temprano esto se acabará lo que me hace disfrutar. De una persona puedo disfrutar como nadie si sé que cada instante cuenta porque se trata de algo que es finito, que se acabará y esto es lo que permite el amor y es lo que permite sobrevivir.” Y hace un rato me ha venido a la mente al darme cuenta una vez más de lo que ya no tengo y lo que probablemente no disfruté todo lo que podía por no tener presente que se iba a acabar, y que a veces echo de menos. No voy a escribir una sola línea hablando de lo que deberíamos hacer, hoy voy a ser egoísta, hoy voy a hablar de lo que debería hacer yo mismo y posiblemente hable de muchos de vosotros a la vez. 

Sin duda es la existencia de un final lo que debe dar sentido a todo lo que me rodea, es duro, pero es lo que me debe hacer querer que esto no se acabe. Sé que es paradójico pero amigo mío, qué no lo es. De la misma manera que a veces el miedo al fracaso es lo que nos hace tener éxito, en el momento en que nos dé igual fracasar, justo en ese instante, será cuando el éxito se irá para no volver jamás. Ese es el momento en que dejamos de vivir para solo existir.

Pero a diferencia de otras épocas cuando el final se utilizaba como fin a una vida de sacrificios y como justificación de la vida después de él, voy a utilizar la existencia de tal final como motivo de disfrute de los placeres de la vida antes de que venga, demostrando la capacidad de abrir los ojos de una especie. Y de tirarse flores, también.

Obviamente hay diferentes finales, uno de ellos, en el que todos estamos pensando, será el que no me dejará arrepentirme de lo que no he hecho, el más feliz probablemente, en el que ya no pueda hacer nada y por ello no voy a hablar más de él.

Pero hay pequeños finales del día a día, del mes a mes o del año al año, a los que me propongo anticipar y disfrutar siendo consciente que algún día echaré de menos a lo que éste le puso la contraportada, a lo que le encendió el cigarrito de después, la llamada que ella ya no me contesta, al brazo en el hombro que él me quitó, a lo que el aguafiestas pero necesario final le puso el punto y nada más.

J.

viernes, 2 de diciembre de 2011

EL TE QUIERO, BARATO


He estado reflexionando –sí, en serio-  y he llegado a la conclusión de que el te quiero está a la baja. Cada día son más baratos, cada vez se desaprovechan más. No hace falta ir demasiado lejos para darse cuenta de que hoy en día todo el mundo se quiere, pero luego no. Todo el mundo se lo dice, pero no sienten lo que dicen. Todo el mundo no sabe ni lo que siente, pero lo dice.

La oferta de te quiero se ha disparado mientras la demanda, siempre tan hipócrita, presenta un número bien altito. ¿De verdad queremos que nos quieran tanto…de boquilla? 
Con la voz quiero decir, claro.

Puede que por culpa de unos cuantos desmesuradamente cariñosos, el te quiero ha llegado a modificar su significado de un beso y un suspiro al de uno de esos que se dan con labios tan precoces como efímeros.

Pero el gran problema derivado de la evolución que está devaluando el significado de tan presuntuosa expresión es el abanico de percepciones, dependiendo de la persona, que podemos encontrar. Y aquí es donde aparecen los te aprecio disfrazados de te quiero donde, a veces de manera poco intencionada, corazones irresponsables llenan corazones inocentes y faltos de malas intenciones y experiencias de unas ilusiones vacías, tanto, si cabe, como esos te quiero.

Por eso, no sé si por compasión o por experiencias y tan pocas positivas, yo pienso vender mis te quiero bien caros, que haya que rascarse el bolsillo, y la que no quiera gastarse un duro, que crea que no soy una buena inversión, que pase al siguiente, a ver cuánto le vale.

J.